martes, 29 de mayo de 2012

La Fiscalía aprueba la demolición de los pabellones militares de la Trinidad


La fiscalía malagueña entiende que no concurre los requisitos necesarios para incurrir en un delito contra el patrimonio histórico-artístico el hecho de demoler los pabellones militares anexos al convento de la Trinidad en Málaga.
Debido a ello, el fiscal ha pedido el sobreseimiento provisional de la causa, "sin perjuicio de que su demolición no significa un resaltamiento visual del monumento", según el escrito al que ha tenido acceso Efe.

La causa se inició después de que la Plataforma en Defensa del edificio denunciara que se pretendía tirar los mencionados pabellones y que dichas edificaciones militares habían sido realizadas en el siglo XIX, con posterioridad a la obra de la iglesia y convento con claustro.

La fiscalía ha pedido el sobreseimiento provisional al entender que no hay delito, dado que esa edificación militar no está incluida en la declaración de Monumento Histórico del complejo de 1980.

Para determinar si había o no delito contra el patrimonio el fiscal ha investigado si en la declaración de Monumento Histórico, realizada en 1980, se incluían estas construcciones militares.

Para ello, la fiscalía malagueña ha recabado la documentación del antiguo Ministerio de Cultura, donde se aprecia que no se mencionan las construcciones militares y los planos identifican como edificio a conservar, exclusivamente, el convento con claustro, además de la iglesia, y excluye las edificaciones militares


La Opinión de Málaga, 28/05/2012

lunes, 21 de mayo de 2012

Los pasos perdidos de El Perchel



  
Las transformaciones urbanísticas, la crisis y la huida de los vecinos cercan la historia del barrio; a punto de desaparecer.

Del ruido de las sillas a la falta de tránsito. Las calles históricas de El Perchel, a pesar de su situación geográfica, apenas son frecuentadas por los malagueños, especialmente en comparación con las avenidas aledañas. Una situación que choca con el pasado.

Lucas Martín «Yo he nacido de un padre blanco y de un pequeño vaso de agua de vida andaluza. Yo he nacido de una madre hija de una hija de quince años nacida en Málaga en los Percheles el hermoso toro que me engendra la frente corona de jazmines». En una mañana soleada, a la entrada de las antiguas calles de El Perchel, mientras dos técnicos de las obras del metro examinan la consistencia de los adoquines, resulta difícil seguir el curso del poema de Picasso. El que fue en su día el barrio más tradicional de Andalucía, junto a Triana y El Albaicín, se ha convertido en una de las múltiples áreas residenciales que rodean la corona del Centro. En la esquina de las calles Huerto de Madera y Malpica, la cal advierte de un pasado de cartelería generosa, pero ni rastro de flores, de balcones abiertos y niños que corretean. El Perchel, como los tiempos, es otro. Y va perdiendo, incluso, la sombra de sí mismo.



En los alrededores de la iglesia, casi se superponen los fantasmas. El silencio, antaño roto por guitarras y comercios, permite imaginar los días en los que se apelotonaban las fábricas y los corralones. El barrio, desdibujado y comprimido, se atrinchera en sus recuerdos, cada vez menos tangibles. Bloques nuevos, solares, alguna que otra tienda de todo a cien, un centro budista. En la calle Ancha del Carmen también se viene abajo la tienda centenaria Confecciones El Capricho. Sus vitrinas encierran ahora anuncios de pisos y de reformas. A su lado, otro comercio, ha empezado ya a poner precio a sus maniquíes. ¿La crisis? Los vecinos tienen otra teoría. «Qué va a ser la crisis, hombre. Esto se lo cargaron cuando hicieron la avenida de Andalucía», señala Pepe Sánchez.

Si El Perchel tiene solera no es sólo por sus antiguas costumbres. Durante buena parte del pasado siglo, abarcó una de las extensiones más vivas de Málaga, la que discurre entre la calle Mármoles y la playa de El Bulto. Al barrio, pertenecía El Llano de la Trinidad, pero también las insignias de una ciudad industrial y con olor a pescado y a flamenco. La construcción de la avenida supuso una frontera infranqueable, a la que siguieron las expropiaciones, la mayoría hechas a las bravas, con nuevas ubicaciones en Ciudad Jardín y La Palma. Para muchos, significó un movimiento parecido al exilio. Ángel Molina, de la Peña Perchelera, recuerda los problemas de adaptación de los vecinos más acostumbrados a vivir a la malagueña, con las pies metidos en el mar y el resto del cuerpo arrebujado contra el patio. Muchos de los que habitaban los cañaverales de la playa, se vieron, de repente, en apartamentos. Confundían los bidés con bañeras para niños y dejaban las bestias amarradas en los ascensores.

La mayoría de los que se fueron ganaron en calidad de vida, pero el barrio perdió sus movimientos. Se apagaron las fábricas, se derribaron las casas. En una puerta entreabierta de madera, en la calle Angosta del Carmen, se apilan cajas y objetos de cambalache. Juguetes, vasos de plástico, maderas, abanicos. Fernando Corral, vendedor, ordena su almacén. Llegó al barrio hace cuarenta años. Mientras señala a edificios de nueva construcción, evoca las noches de verano, con decenas de vecinos sentados a la fresca, identificando la vida con la risa, el canto y el ruido. «La calle estaba llena de locales. Ahora es distinto, nadie habla con nadie. Se fue la clase media, que era la que compraba», puntualiza.

Junto a las calles y las casas, también se difuminan las huellas del mar. El barrio debe su nombre a los percheles, las perchas que se utilizaban para poner a secar el pescado. Por las mañanas los niños se colaban en la fábrica de La Aurora para empaparse del olor del anís estrellado. Había negocios de envases, aceiteras, bodegas, zapaterías. Una lengua de actividad que enroscaba los edificios nobles de la avenida de Andalucía.



En la barra de la Peña Perchelera, Ángel Molina, cuenta que El Perchel fue durante décadas un entorno poblado de pescadores. «Se pasaba hambre, pero también existía mucha solidaridad. Los vecinos se cuidaban entre sí», indica. Los obreros acudían a las fábricas, el arroyo El Cuarto intimidaba en los días de lluvia, el cine Rialto y sus candilejas llamaban los domingos desde los terrenos que hoy ocupan los centros comerciales. «A los ricos no les gustaba que la gente de aquí fuera al Centro. Decían que olían a pescado», resalta.

El bar de la Peña, animado por el sonido de las fichas de dominó, está rodeado de fotografías antiguas del barrio. Obreros volviendo del trabajo, jóvenes de bigote incipiente defendiéndose de la crecida del arroyo, el negocio de vinos de La Manchega, Las Tinajas de San Pedro, con decenas de personas pendientes de la guitarra. Un tumulto que choca con la placidez casi indecorosa que gobierna ahora sus calles. «Aquí ya sólo viene la gente en Semana Santa», precisa un comerciante.

De los vecinos de aquella época, la anterior a las expropiaciones, ya sólo quedan diez familias. En la Peña, acota Molina, son setenta. Muchos socios han querido seguir vinculados a El Perchel a pesar de haberse mudado. Pepe Sánchez es de los que han vuelto. Y no quería ni oír hablar de tecnicismos. «Expropiar es lo que se hace ahora. Entonces te daban lo que querían y te tenías que ir. No había más opciones», precisa. En su caso, fueron los terrenos enajenados por los Larios. Desde la sala de la parroquia, a apenas unos metros de la calle Ancha del Carmen, apunta a una plenitud comercial que ya se percibe borrosa, extinta, anulada. «Esa calle era parecida a lo que fue Carretería. Un sitio comercial, de tránsito».

José Ros y Pepe Sánchez recuedan a hileras de vecinos recién apeadas de los autobuses, muchas de ellas con jaulas con gallinas y comida, cruzando, en su visita a la ciudad, las puertas de los negocios. Las carreras de los viajeros justo al lado del convento por el que pasó Torrijos en su camino a la desgracia. Por esa misma calle, donde hoy sólo circulan los rumores del mercado de abastos, rodó la mano de El Chiquito, en los tumultos anteriores a la guerra. Un pasado metido en la historia a bocinazos, sin ni siquiera tener que explicarse. Hasta ahora, cuando las calles de El Perchel funcionan como el estribillo sin ángel de la tonada comercial de Salitre y las grandes superficies.



La gente no parece muy animada. Cuando se les pregunta por alguna fórmula para revitalizar el barrio, se repiten las mimas caras de resignación. «Esto es muy difícil que vuelva a ser lo que era», responden. Mientras tanto, la crisis añade más malaje al antiguo cante del barrio. «Es trágico cuando se vive del comercio y apenas hay nada en la caja al final del día», lamenta Julio Basterrechea, secretario de la Asociación de Empresarios y Comerciantes de El Perchel. Los vecinos están molestos además por una de las últimas obras del Ayuntamiento, que estuvieron a punto de destrozar el refectorio del convento, que data del siglo XVIII. Hoy, la antigua sala de los religiosos enseña un tajo innoble en el centro, quizá metáfora de un barrio que sigue siendo emblema de Málaga; aunque cada vez más como símbolo. Hasta que duren los pasos.


Lucas Martín, La Opinión de Málaga, 20/05/2012

viernes, 11 de mayo de 2012

Ciudad Solar


Por circunstancias que no vienen al caso he tenido últimamente la oportunidad de disfrutar de cerca de una de las grandes rarezas del patrimonio arquitectónico de Málaga. No me refiero, por supuesto, a la acumulación de fórmulas dieciochescas, ni siquiera a esos reductos de encofrado y pintura que respiran, como bacterias apáticas, debajo de la piel muerta de la cultura del pelotazo. Hablo de los solares, de los solares realmente cualificados. En un radio de apenas dos kilómetros, el que engloba el Centro, he podido inventariar más de cuarenta; muchos de ellos cercados, otros abiertos como una región selvática de la memoria de otro tiempo, solares como lamentos llegados desde el país de la herrumbre, a los que quizá únicamente le falta un poco más de frondosidad para emparentar con la caída de los imperios cotidianos, con la decadencia de una nobleza sentimental, la que tenía más letras y agallas que títulos y acciones.

Solamente Lisboa, la Lisboa entregada a la picadura de la piedra y las carreras de la vegetación, supera en lirismo a algunos de los ejemplos que sobreviven en Málaga, aunque con diferencias agitadas, lo que en la ciudad por el Tajo es humedad y cuento de hadas, en la capital de la provincia se convierte en obstinación y mordedura de serpiente; Lisboa es una señora impecable que espera en su castillo la llegada del Apocalipsis, Málaga un revoltijo después de una fiesta. Digo de sus solares, criaturas marcadas, zonas de narración y de desidia, en las que bailotean salvajamente los cristales molidos, las hierbas y las latas, los muros y las perchas de la ropa. Nada de yermos, de baldíos, no se trata de eso; nuevos desiertos vaciados por la caída de una catástrofe, con azulejos de cocina todavía intactos sobre las medianas y los trozos de paredes. El patio trasero del conservatorio María Cristina, con una ensalada de ladrillos metida en el ojo tuerto de la ventana, su delirio de enfrente, en el que hasta se mantienen los enchufes y el papel de colores, casi suspendidos en el aire.

A pocos metros de la oficina en la que escribo este artículo, con vistas al aparcamiento de Tejón y Rodríguez, el espectacular monstruo de decenas de balcones del que sólo se conserva la fachada, como en la novela de Georges Perec, La vida instrucciones de uso, la casa abierta y convertida en una cáscara, en una concha de pasado quebradizo, triturado. Ceniza, óxido, pellejos de televisores, y hasta una muñeca, prodigiosa muñeca, incrustada en un hueco de la pared de uno de los solares de la calle Compañía; un juguete con el pelo rubio, como paja oscurecida por el légamo, quizá abandonado, superviviente mágico del derrumbe que es una parte de una ciudad y de una época. La guerra de la economía, los símbolos del desastre, de la negligencia de un periodo excesivamente acelerado al que todos ponen parches en las distancia. La belleza escandalosa de la crisis, de la destrucción, la vida metida como rastros de trufas entre las flores del desastre.

Lucas Martín, La Opinión de Málaga, 10/05/2012

lunes, 7 de mayo de 2012

Futuro marinero para Pedregalejo


Astilleros Nereo pide rehabilitar el Balneario "como estaba hace 50 años" sin tirar el muro.

Astilleros Nereo va presentar en los próximos días a todas las administraciones un proyecto de 80 páginas en el que reclama un plan especial para Pedregalejo. La propuesta cuenta con el respaldo de varios establecimientos, asociaciones y colectivos del barrio como la asociación de vecinos de los Baños del Carmen, la asociación Remo y Pala y la Hermandad del Carmen, y busca, entre otros objetivos, la creación de una cooperativa o patronato que gestione la proyección cultural del barrio que fomente su imagen marinera, con iniciativas culturales como una escuela taller que dinamice la carpintería de ribera y las actividades de remo y la señalización con carteles o paneles de cerámica con la historia de las calles y las tradiciones del barrio.

Una de las principales propuestas es la creación del embarcadero de San Telmo junto a la calle Varadero y delante de los astilleros, para recuperar el pequeño puerto del que salían las piedras de la vecina cantera del cerro de San Telmo, que sirvieron para construir el puerto de Málaga a finales del XIX, coincidiendo con el nacimiento del Parque en los terrenos ganados al mar. «Sería también un punto de encuentro de embarcaciones tradicionales», explica Alfonso Sánchez-Guitard, de Astilleros Nereo, que señala que este embarcadero aprovecharía el espigón de Levante propuesto por el plan de ordenación de los Baños del Carmen y serviría para unir los dos paseos marítimos. «Sería un paseo marítimo con senderos desmontables de madera», apunta.

El proyecto propone que este pantalán ofrezca rutas entre el Muelle 1 y Pedregalejo, potenciando un rincón de Málaga dedicado a la carpintería de ribera al menos desde finales del XIX, cuando ya hay testimonios gráficos. La propuesta de los astilleros también pide modificar el plan especial de los Baños del Carmen, que tiene proyectado demoler estas instalaciones, fundadas en el 64.

Continuidad de los astilleros. En su lugar, el plan pide que se respete el astillero, «porque para desarrollar un oficio como la carpintería de ribera, que es un Bien de Interés Cultural, necesita para su seguridad una concesión administrativa», señala Alfonso Sánchez-Guitard, que informa de que la propuesta, que recalca que es compatible con el plan especial de los Baños, plantea una rehabilitación más respetuosa del Balneario del Carmen, sin demoler su muro. «Que se respete absolutamente todo su entorno, paisaje y el jardín histórico», indica el plan, que propone que los equipamientos planificados se edifiquen en las cercanías como la zona del lavacoches o el cine Lope de Vega.

Otro de los puntos de este proyecto es lograr la protección cultural de todos los valores etnológicos, paisajísticos, arquitectónicos, históricos e industriales de Pedregalejo. La propuesta resalta el papel que podrían jugar en este plan el Ecomuseo que ahora mismo tiene en marcha Nereo y otros puntos de carpintería de ribera como el taller de Almoguera.

Alfonso Sánchez-Guitard señala que ya cuenta con la confirmación de un consignatario de buques y una empresa cultural para que los cruceristas puedan conocer en una oferta especial los astilleros, el taller de carpintería, la parroquia del Corpus Christi y además puedan degustar espetos de sardinas.

La concesión de Astilleros Nereo finaliza en 2018 y el concesionario está ahora mismo en juicio para impedir que ésta concluya antes de tiempo y sea demolido. A este respecto, Alfonso Sánchez-Guitard confía en que el Gobierno, que ha anunciado el cambio de la Ley de Costas, amplíe la concesión, precisamente por la labor protegida que realiza, la carpintería de ribera de Pedregalejo, incluida en el Atlas del Patrimonio Inmaterial de Andalucía, aprobado recientemente por la Junta de Andalucía.

Sánchez-Guitard también ve posible el cambio del plan de los Baños del Carmen. «Cada vez está más cerca que los tribunales lo declaren ilegal porque no se puede hacer un paseo marítimo por la playa» cuando la línea marítimo-terrestre «va por el muro», apuntó.

Alfonso Vázquez, La Opinión de Málaga, 04/05/2012